Cuando todo se derrumba, me dedico a mirar a mi alrededor. Intento poner los pies en el suelo, y la cabeza en alto, cerca de las nubes, en su sitio y recapacitar un poco; ¿qué he hecho mal? Pero en vez de respuestas, tropiezo y me vuelvo a caer porque no hago otra cosa que acribillarme a mí misma con más preguntas y ninguna respuesta.
No me gustan las matemáticas y nunca he sido muy precisa; pienso en círculos, padezco pérdidas de memoria a corto plazo y me hace falta una buena lobotomía. Me río de mi misma por miedo a que lo hagan los demás, y no soy cabezota; al contrario, nunca me arriesgo por nada ni por nadie y claro, así no hay quien gane. Mis pies permanecen en estado de congelación perpetua, y me considero adicta a las tarrinas de Ben & Jerry's. Muchas veces me resulta raro enfocar mi existencia, soy como una apisonadora y arraso con todo lo que veo, y no sé como me las apaño pero siempre me quedo atrás. Sigo creyendo que detrás de todos esos ajetreados ejecutivos de Wall Street, de todas las masacres de Irán, y las falsas promesas de políticos, aun sigue habiendo una pizquita de bondad en el mundo, ¿qué inocente, verdad?
Pero como bien dijo algún día mi colega Murphy, 'sonría, mañana puede ser peor'. Y eso es a lo que me dedico desde hace 17 años, 10 meses y 22 días.
La tristeza es lo fácil, es rendirse,
yo prefiero bailar.